Autora: María Herrera Echegaray
Lo que hoy relataré a continuación le ocurrió a una antigua profesora de universidad, una persona que tenía una visión muy clara y completa de los fenómenos que abarcan la pluralidad de las existencias. Esta profesora mía siempre había tenido dificultades para quedar embarazada, llegó a hacerse diversos tratamientos pero nunca pudo lograrlo, hasta que un día…
En los albores de los años noventa, ella se descubrió embarazada, hecho que confirmó con un análisis sanguíneo luego de las ocho primeras semanas gestacionales… El embarazo le trajo mucha alegría a ella y a su marido, pero trajo consigo un temor, un temor de perder ese tesoro que esperaba debido a las complicaciones naturales de los embarazos de alto riesgo.
Debido a este miedo, sólo su marido y su madre se enteraron que estaba en estado de gravidez, y se comprometieron a guardar el secreto hasta que fuera difícil de ocultar debido al crecimiento del útero, pero a veces la vida da sorpresas. Dos semanas más tarde, se produjo un terrible aborto espontáneo, hecho que sin duda fue un duro golpe para su familia.
Después de 18 meses, la pareja fue bendecida con un nuevo embarazo, gracias a Dios este llegó a término, y le dio a una hermosa niña llamada Ana Julia.
Un día, cuando tenía seis años, Ana llegó hasta a mi maestra, y le dijo:
– Mamá, ¿tú tenías otro hijo antes que yo?, ¿no?
Mi maestra se sorprendió, después de todo, habían acordado que aquel terrible suceso fuera enterrado, tan grande era su dolor y decepción, que no quería que su pequeña se enterara de estas cosas a tan temprana edad, y así, tratando de averiguar quién había ido a contárselo le preguntó:
– ¿Quién te dijo eso, Ana?
Y la pequeña respondió:
– Nadie, mamá… no llegué en aquel momento porque no estaba lista.
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