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Locos, rituales y muchos disparos

Foto del escritor: La Voz del LoboLa Voz del Lobo

Autor de los tres poemas: Gianluca Fiorini

1: A los locos del Granma


Va cabalgando como Atlántico en medio de Caribe

a sabiendas de que si hay caña hay azúcar, y todo lo que ello conlleva

que si no hay olas es porque no sopla el viento

o porque no deja, en las huellas de su paso, la estela el yate

y que persiste el demonio viviendo en el paraíso

entre las palmas de olivo palmeras


-¡A la mar compañeros! hoy es día de gloria

hoy seremos piratas y este barco será nuestro sueño-


Hoy nos cantarían los trinos en nuestros fusiles

y si no cantasen como sirenas las rocas para las rocas

navegamos sin rumbo fijo al olvido y esperando

crear un eco que pase de

cuerda en cuerda

de violín al liso, que crean que nada hoy una roca hunde al mar,

y todo lo que eso conlleve.


-Todo está marchito, hasta las rosas muertas,

no nos queda nada que perder, tan solo el mundo

mejor perdamos el nuestro a ver si otro por allí surge.

Camaradas, cuando muera el imperio nacerá la rosa;

camaradas, cuando caigan los grilletes en nuestras mentes

nos recibirá entre sus brazos el mundo


Mejor hoy que es de día

lleguemos a las patrias que hace un tiempo nos echaron desde sus costas,

naveguemos de nuevo los ríos hasta la perla, los cerros llevemóslos lejos del cielo

en donde viven los que no son pueblo, las ratas que visten, fuman, pasean la vista.

La revolución demanda disparos: como arroja pólvora la lengua que está

suelta; trova y guitarra me voy armado al monte, llegaré de nuevo entre fulgor a besar

mi casa libre, con mi familia libre y yo seré un poco más inocente,

más humano.


-A la victoria, camaradas, si morimos viviremos,

no hay vida que luego de la muerte no haya nacido

esta selva es mausoleo de gloria que no muere

sino que crece entre la risa de la gente y estalla-


Por allá la tierra, nos recibe presa nuestra patria, pero ya llegamos, somos los llamados

y del deber no nos corremos


-A la batalla compañeros, estamos locos

porque cuerdos no haríamos nada,

a la batalla: ¡patria o muerte, algún día

venceremos!-


2. Disparo


Tambor que retumba,

martillo que golpea

polvo raro es capa

de torero sin armadura

ni alabarda,

no hay filo en sus espadas

golpea así: dura

delicada, celosa

es carnívora y de seguro

no hay que como una en vuelo

le de sentido a la existencia.


3: Rituales fúnebres de Argos


Hoy no hay sudario para Laertes:

me desperté y me dije


-bien entiende el mundo mis razones,

hoy nada sabe la vida de vivir-


que vengan naves no negras, tal vez de otros colores

que vengan y visiten mi tierra ignota, bien saben los vándalos lo que vale y

lo que no. Dejaron en mí las marcas de un robo, una cicatriz a la altura del pecho

una hoz tatuada por la que se llevaron

en vuelo mi vida y un salto.

No hay dos que como tres valgan,

pero sí uno que como cuatro

nadie sabe, nadie escucha, grito solo frutos maduros

despierta la mañana y dice en susurro al día


-a Ítaca ya llego, pero

montado en brulotes;

alerta, Penélope

desarma nuevamente el sudario-


Y llovió el hilo que corría entre sus dedos, yo lo vi, no hay sino dos heridas

la ya mencionada hoz en el pecho y una contusión,

a la altura de la sien y más adentro, nada sabe hoy el mundo:

todo lo sé yo.


Si corre de nuevo el hilo otros cien años nos esperan


-¡Espérame!-


no hay rey que de Troya no venga,

el hijo espera, la madre está muerta, nadie esperanza la vida mientras vive de verdad

porque sabe que la isla está obscena y no hay quien vendrá

en la barca de brulote de la guerra extraña


-tal vez yo, espérame-


no hay quien en este mundo a Ítaca salve

en voz de animal, pero en pies de cordero. No hay más Egeo que en el que navego

salvo cuando sueño con otros mares: un Adriático, un Tirreno,

al mar de nadie que no salve al trueno, algún marido no llega

hoy hay vino en el suelo, hoy la casa apesta, hoy yo mejor me muero


-¡Tierra, llegamos, hombres de Grecia!-


-Entré a mi casa hecha pedazos, pero no importaba

entré a mi cuarto, mi madre había muerto; pero no importaba

al ver una sombra pintada con luz me acerqué a ver a mi perro moribundo, parecía que acaba de hablar

vi los ojos con los que me llamaba desde hace mucho tiempo, y en mis brazos, murió por fin en paz.

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