Autora: Andrea Medina
Hablar de igualdad es como hablar de política, ya que nos conduce directo a un debate. A
uno que nunca acabará si no generamos un cambio. Cuando escuchas la palabra igualdad
¿qué es lo primero que se te viene a la mente? Tal vez los flagelos que la acosan: el
racismo, feminismo, homofobia, dinero, regiones, poder o simplemente no te importa. Desde
un punto de vista globalizado, diría todas y cada una de ellas. Estando en pleno siglo 21
vemos jóvenes suicidándose por no ser socialmente aceptados, la muerte de George Floyd
y todo lo que desencadenó, los feminicidios diarios, el abuso de poder, los mensajes
homfóbicos contra un bailarín de ballet, la discriminación hacia las religiones y decir que es
correcto que alguien sea homosexual, pero no aceptar que esta misma persona use ropa
supuestamente de mujer, entre otros.
Según la RAE, igualdad significa “correspondencia y proporción que resulta de muchas
partes que uniformemente componen un todo”. Todos afirmamos que lo sabemos
perfectamente y argumentamos que somos iguales haciéndonos los de la vista gorda ante
lo que ocurre en nuestras narices.
Las etiquetas son puñaladas en la espalda de la igualdad. Atribuirle características en
automático a una persona solo por cómo luce o actúa es juzgarla. ¿Por qué esperar que las
nuevas generaciones mejoren y cambien el mundo, si la única base que se les está
ofreciendo es una sociedad envenenada por la indiferencia? Una que menosprecia a los
demás y que cree que ser exitoso en la vida es ser alguien “importante”.
El tema de igualdad es muy complejo hoy. Es por esto que en las siguientes líneas quiero
expresar mi sentir y afirmar que la igualdad debe incluir todos los ámbitos posibles
existentes, de otra manera, esta palabra no es más que un vacuo conjunto de letras.
Defiendo el feminismo sano, ese en el que el hombre y la mujer tengan los mismos derechos. Uno que permita que todos puedan vivir tranquilos y en armonía, donde el sexo no sea obstáculo para absolutamente nada. Sin embargo, es cierto que no se puede combatir a un enemigo dede un solo frente. Un claro ejemplo es Maite, una mujer cis afrodescendiente y feminista interseccional que afirma que “no se puede buscar igualdad si no se tienen en cuenta todas las realidades u opresiones que nos atraviesan a cada una de nosotras”.Reflexiona acerca de una igualdad que englobe todo aspecto de la vida: “no concibo un feminismo donde no se tengan en cuenta las voces y la participación de las racializadas, las migrantes, las trans, las discas, las trabajadoras sexuales, etcétera”.
Elgabu, N. (2020) Ser feminista no te quita lo racista: una conversación más allá del feminismo blanco. Playground. Tomado de: https://www.playground.media/vida/ser-feminista-no-te-quita-lo-racista-una-conversacion-mas-alla-del-feminismo-blanco-8981
Me encanta tu artículo y tienes razón, no se puede dejar de lado la interseccionalidad porque va sumando situaciones que hace más difícil ser mujer: origen, lengua , educación, lugar de residencia, raza y eso sólo en Perú. Sigue así, aportando y construyendo!