Autor: Pietro La Torre
I. Contextualización
Tras la declaratoria de guerra de Chile a Perú y Bolivia, se llevó a cabo la campaña marítima, cuyo final llegó el 8 de octubre de 1879, cuando fue hundido el monitor Huáscar y don Miguel Grau Seminario murió defendiendo valerosamente su Patria de los chilenos. Luego, la guerra pasó a tierra definitivamente, siendo el primer enfrentamiento de esta naturaleza la Batalla de San Francisco.
Después de la derrota peruano-boliviana en San Francisco, acaeció la Batalla de Tarapacá donde la destacada participación de la infantería peruana y de Andrés Avelino Cáceres permitió la grandiosa victoria. Empero, este triunfo no tuvo el impacto que se esperaba, puesto que el ejército peruano-boliviano se vio en la obligación de dirigirse rumbo a Arica en una complicada marcha a través del desierto, dejando el rico Departamento de Tarapacá en manos del enemigo.
II. Antecedentes
El ejército chileno desembarcó en dos ocasiones en el puerto de Ilo: la primera tuvo lugar el 30 de diciembre de 1879, cuando se ordenó que una expedición saquease el puerto de Mollendo; y la segunda y definitiva, el 22 de marzo de 1880. Así, el ejército chileno emprendió la marcha rumbo al sur en búsqueda de los aliados, contando con más de cuatro mil hombres y dieciocho piezas de artillería.
El ejército aliado, establecido en Tacna, se encontraba en muy mala situación: sus recursos económicos eran bastante precarios, los alimentos escaseaban y las tropas afrontaban enfermedades. Esto ocurría debido a que estaban completamente incomunicados, ya que el ejército chileno venía en búsqueda de los aliados por el norte, y el puerto de Arica (la salida al mar de Tacna) se encontraba bloqueado. No obstante, la audaz corbeta Unión, bajo el mando del Almirante Manuel Villavisencio, logró, en dos oportunidades, burlar el bloqueo del puerto de Arica y dejar suministros al ejército aliado.
El nuevo Presidente de Bolivia, el general Narciso Campero, se presentó en la campaña para asumir el mando supremo del ejército peruano-boliviano. Campero constató que no quedaba otra opción sino esperar al enemigo en sus puestos, ya que carecían de los suministros necesarios para una movilización a gran escala. Asimismo, eligió a la meseta del “Alto de la Alianza” como su lugar para el acantonamiento, y se enteró de que los aliados no contaban con el más mínimo servicio de espionaje, por lo que estaban completamente desinformados de los movimientos del enemigo.
El 25 de mayo de 1880, el ejército aliado tomó alrededor de sesenta mulas del enemigo cargadas de agua. Campero decidió, entonces, atacar sorpresivamente, y para ello, partió rumbo a Quebrada Blanca aproximadamente a las doce de la noche. Empero, tras dos horas de caminata, las tropas se desordenaron y tuvieron que retornar a la meseta del Alto de la Alianza: la sorpresa de Quebrada Blanca se frustró.
III. Desarrollo
Una parte del ejército aliado se adelantó durante el fracasado intento de sorprender al enemigo, y, por eso, las tropas durmieron esa noche separadas y desorganizadas. Al amanecer del día siguiente (26 de mayo de 1880) la facción faltante retornó y se unió a los demás cuerpos, pero detrás de ella venía ferozmente el ejército chileno. Las fuerzas contrarias constaban de catorce mil hombres, treinta y siete cañones y cuatro ametralladoras, mientras que el ejército peruano-boliviano tenía ocho mil novecientos treinta hombres y ocho piezas de artillería.
El general Campero había ordenado que nadie disparase sino hasta que el ejército chileno se pusiese a tiro, mas el avance de las tropas opuestas al ala izquierda del ejército aliado hizo que los primeros disparos ocurriesen antes de lo previsto. A las diez de la mañana, las hostilidades ya se habían generalizado. El propio Campero describió que, en la sección derecha de la batalla, el combate no fue tan encarnizado, a diferencia del izquierdo, donde los enfrentamientos fueron muy sangrientos y la zona se encontraba envuelta en densos humos negros impenetrables e iluminados de rato en rato por las descargas de los cañones Krupp, cuyo espectáculo hacía recordar a los relámpagos en una noche de tormenta.
La batalla parecía ganada por los aliados al principio; sin embargo, con el paso del tiempo, la victoria se inclinó a favor del ejército chileno debido, en buena cuenta, a la superioridad numérica y, sobre todo, armamentística. Hacia las dos de la tarde, el triunfo chileno era evidente. Sin duda alguna, uno de los elementos que jugó en contra de los aliados durante toda la contienda bélica fue la enorme variedad de armamentos con los que contaba, cada uno con municiones distintas, a diferencia de los chilenos que contaban con armas que utilizaban las mismas cargas, de modo que el abastecimiento de municiones era más sencillo.
IV. Consecuencias
Chile emprendió la ofensiva sobre Tacna y Arica porque entendió que, de esta manera, lograría firmar la paz con Bolivia e imponérsela al Perú. Y esto debido a que Bolivia, con la toma definitiva de la región boliviana de Antofagasta y la peruana de Tarapacá, vería que ya no había forma de recuperar su antigua salida al mar. Y Perú, en vista de la firma de la paz entre su aliado y Chile, consideraría que la guerra no debía prolongarse, y se vería en la obligación de firmar también por el fin del apoyo de Bolivia.
El primer objetivo de la Campaña de Tacna se cumplió, puesto que Bolivia se retiró definitivamente de la guerra; pero el segundo no, ya que el Perú no estaba dispuesto a firmar la paz en cesión territorial, y lucharía “hasta quemar el último cartucho”. Empero, el Perú, tras la retirada de Bolivia, se quedó sólo contra Chile, defendiéndose con gran valor de las agresiones chilenas.
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