Autor: Pietro La Torre
I. Introducción
Estamos próximos a celebrar el ciento cincuenta y cinco aniversario del Combate del Callao o Combate del Dos de Mayo. Este enfrentamiento ocurrió entre los buques españoles que se encontraban en el Pacífico Sur y la valerosa artillería peruana. Habían transcurrido ya cuatro décadas desde que se firmó la Capitulación de Ayacucho cuando España fue en búsqueda de su antigua colonia con el objetivo de recuperar su soberanía sobre ella.
Esta situación no ocurrió únicamente en Sudamérica, sino también en otras partes del antiguo imperio español: España pretendía intervenir en África, donde ocupó parte de Marruecos y el Cabo de San Juan; logró anexar Santo Domingo a su jurisdicción; realizó una intervención militar de la mano con Inglaterra y Francia en México, consiguiendo coronar al archiduque Maximiliano de Habsburgo como Emperador. El objetivo de España era claro: emular a las grandes potencias imperialistas de la época, tales como Inglaterra y Francia, y recuperar su antiguo estatus de potencia mundial.
El Perú vivía una época importante de su vida republicana: la era del guano. El Estado peruano contaba con grandes recursos económicos proporcionados por la exportación del guano no sólo a Europa, sino también a Estados Unidos y China. Así, España fijó su objetivo en tomar las islas guaneras y apoderarse de aquella magnífica fuente de riqueza. Para ello, el gobierno español envió una supuesta expedición científica, iniciándose así el conflicto peruano-español.
II. Antecedentes
En 1863, cuando gobernaba el Perú Juan Antonio Pezet, se presentó en nuestra costa una presunta y sospechosa expedición científica española, comandada por el Almirante Luis Hernández Pinzón. La intención verdadera de la expedición era hostilizar las antiguas colonias americanas y recuperarlas, así como tomar las islas guaneras a modo de pago de la deuda contraída con España tras la guerra de independencia estipulada en la Capitulación de Ayacucho.
La expedición arribó a Valparaíso, donde fue recibida de manera hostil. Posteriormente, Luis Hernández Pinzón desembarcó en el Callao, y fue recibido en los salones del Palacio de Gobierno de Lima. La escuadra española continuó su periplo rumbo al norte del Océano Pacífico; empero, ocurrió un acontecimiento en la Hacienda Talambo, en Chiclayo, al norte del Perú, siendo éste el pretexto de la guerra. En aquel incidente, un colono español y un ciudadano peruano perdieron la vida, y los Tribunales de Justicia dictaminaron que la colonia española fue culpable por ser ella quien inició la turba.
Ante dicho suceso, el funcionario español Eusebio Salazar y Mazarredo arribó, en 1864, al Perú a fin de solicitar que dicho asunto se resolviese correctamente. El Gobierno peruano lo recibió, más sus credenciales fueron rechazadas debido a que ellas estipulaban que había acudido en calidad de “Comisario Regio”, es decir, enviado por el rey. Ocurría que aquellas autoridades eran enviadas desde la metrópoli a sus colonias; sin embargo, el Perú ya no era un Virreinato, sino una República independiente y soberana. Indignado, Salazar y Mazarredo ordenó al Almirante Pinzón, tomar las Islas de Chincha, la principal fuente de guano del Perú.
III. Inicio del conflicto
A fin de recuperar el emporio guanero asentado en las Islas de Chincha, el Presidente Juan Antonio Pezet buscó una salida pacífica a la cuestión. No obstante, paralelamente a ello, envió a don Francisco Bolognesi a Europa a fin de conseguir armamento; asimismo, don Miguel Grau Seminario junto con otros marinos encargó la construcción de la fragata Independencia y el monitor Huáscar, así como también la adquisición de las naves Unión y América.
En la misma línea de intentar una resolución diplomática al conflicto, el Gobierno designó al General Manuel Ignacio de Vivanco para llevar a cabo las negociaciones con la flota foránea. Hernández Pinzón fue reemplazado por el Almirante José Manuel Pareja, quien acordó con Vivanco la firma de un tratado, hecho que ocurrió el 27 de enero de 1865. Este pacto recibió el nombre de Tratado Vivanco-Pareja, y tuvo la particularidad de ser sumamente concesivo con las fuerzas enemigas, ya que, por ejemplo, comprometía al Perú a pagar tres millones de pesos de oro por los gastos de mantenimiento de la expedición en el Pacífico.
Ante aquel indigno entreguismo a la vieja metrópoli, la ciudadanía se mostró en contra de la firma del documento. Así, en 1865, el Coronel Mariano Ignacio Prado se sublevó en Arequipa, y Prado asumió el mando con el título de Jefe Supremo de la República el 25 de abril del mismo año. Asimismo, se firmó una alianza defensiva y ofensiva entre Perú y Chile a la que se adhirieron Ecuador y Bolivia, y el 14 de enero de 1866 se declaró la guerra a España formalmente.
Cuando la goleta Covadonga cayó en manos de la escuadra chilena, el Almirante Pareja se suicidó, y el Brigadier Castro Méndez Núñez ocupó su lugar. El 7 de febrero de 1866 acaeció el Combate de Abtao, al sur de Chile, donde la escuadra peruano-chilena, comandada por el peruano Capitán de Navío Manuel Villar, derrotó a la flota española. El triunfo de Abtao, sin embargo, implicó una cruenta represalia por parte de Méndez Núñez: el bombardeo de Valparaíso, un puerto declarado indefenso tras el retiro de su artillería, el 31 de marzo de 1866. Del mismo modo, Méndez Núñez recibió órdenes de bombardear también el Callao.
IV. El 2 de mayo de 1866: el Combate del Callao
La escuadra española ancló sus naves frente al Callao el 25 de abril. Así, a las nueve de la mañana del 2 de mayo, la flota hispana levó anclas, y, a las once de la mañana, se acercó desafiante al Callao. Era formidable; estaba tendida en una línea en forma de V, siendo la corbeta Vencedora la que se encontraba en el punto de intersección, mientras que los buques más pequeños se situaron detrás. Los cañones sumaban 245 piezas, lo cual significaba que 122 funcionaban a la vez.
José Gálvez, Presidente del Consejo de Estado y Secretario de Guerra y Marina, participó activamente en el combate desde la torre de La Merced. Aproximadamente a las doce del día, los españoles iniciaron el combate con un cañonazo que no fue contestado. Al segundo disparo, la torre de La Merced inició su actividad. En aquellos momentos, Gálvez gritó: “¡Españoles, aquí os devolvemos el tratado [Vivanco-Pareja] del 27 de enero!”. Empero, cincuenta y cinco minutos después, la torre de La Merced quedó inutilizada debido a un cañonazo que la redujo a escombros. Perecieron veintisiete personas, entre las cuales se encontraba el gran José Gálvez, pasando a la posteridad como el “Héroe del Dos de Mayo”.
No obstante, aquella fue la única destrucción a la que atinó la flota enemiga, pues, ante la feroz defensa de la artillería peruana, media flota española se retiró aproximadamente a las 2 de la tarde en muy malas condiciones. Ya casi a las cinco de la tarde, cuando el día ya estaba oscureciendo, la nave capitana ordenó la retirada completa. El combate cesó cuando los barcos contrarios ya no eran alcanzados por las balas de los cañones peruanos. La escuadra española había sido derrotada definitivamente. El Perú triunfó inobjetablemente: la supuesta deuda española nunca se tuvo que pagar, y la independencia fue asegurada para siempre.
Definitivamente, la artillería peruana destacó notablemente en el combate; la victoria se debió, en gran medida, a dicha arma del Ejército peruano. En honor a esto, se estableció aquel día como el “Día de la Artillería”, donde los patricios artilleros cantan con gran emoción su Himno que inicia diciendo: “Adelante, adelante, artillero, que arrogante manejas el cañón, demostrando tu empuje guerrero, que es muy bella tu noble misión...”.
Buena investigación de un hecho no muy difundido. Si lo deseas, aún puedes enriquecerlo más. Felicitaciones. Raúl Manzaneda