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Columna Histórica XI - La Batalla de Arica (7 de junio de 1880)

Autor: Pietro La Torre

 

I. Introducción

Cada 7 de junio conmemoramos el día de nuestra Bandera, máximo emblema de nuestra Patria. Cuando vemos flamear nuestra hermosa bandera, nuestra alma rebosa de emoción como lágrimas en nuestros ojos. Y hoy, su día, todos los peruanos debemos entonar las sublimes notas de su himno que inicia diciendo: “Arriba, arriba, arriba el Perú y su enseña gloriosa inmortal, llevad en alto siempre la Bandera nacional”.

Cada año los soldados del Ejército peruano juran, en una ceremonia solemne, fidelidad a la Bandera en la Plaza Bolognesi y ante el recuerdo de aquel gran héroe. De igual modo, nosotros debemos renovar nuestros votos con la Patria y reafirmar nuestro sentimiento de amor verdadero al Perú y nuestro compromiso de velar por el bien común y la justicia. Tengamos siempre presente que amar a la Patria es conocer nuestro país en su totalidad y admirarnos con su maravillosidad, pero también buscar el verdadero bienestar de los peruanos.

Hoy, a su vez, recordamos a dos magnos héroes que perdieron la vida en el Morro de Arica defendiendo valerosamente al Perú y su sagrada Bandera: Francisco Bolognesi y Alfonso Ugarte. Bolognesi es la máxima encarnación de la admirable terquedad en la defensa de la Patria contra un enemigo enormemente poderoso y largamente superior en fuerzas. Ugarte, por su parte, es la personificación de la entrega de la vida por la Patria y la Bandera nacional, y de la anteposición de la integridad del Perú.


II. Antecedentes

La derrota peruana en la Batalla del Alto de la Alianza implicó la ocupación chilena de la ciudad de Tacna. Por ello, la Plaza de Arica se vió rodeada por completo por el ejército chileno: por el norte, los chilenos acababan de salir victoriosos; por el sur, los chilenos habían ocupado en su totalidad la provincia peruana de Tarapacá; y por el mar, los buques chilenos Cochrane, Covadonga, Loa y Magallanes imposibilitaban todo aprovisionamiento y apoyo a las tropas peruanas en Arica.

Tras la derrota en el Alto de la Alianza, Manuel Leiva y sus tropas se retiraron hacia Arequipa, y el Almirante Lizardo Montero y sus hombres se dirigieron hacia Puno. En este contexto, la guarnición que se encontraba en Arica se veía en una complicada situación: debían abandonar el territorio o permanecer en Arica y perder la vida por la Patria, no había otra opción. La soldadesca peruana en la Plaza de Arica constaba de tan sólo mil seiscientos hombres y estaba bajo el mando del Coronel Francisco Bolognesi Cervantes.

Bolognesi demostró, en todo momento, un admirable valor y heroísmo en su estoicismo al no estar dispuesto a rendir la Plaza. En un telegrama dirigido a Leiva le dijo lo siguiente: “Apure Leiva. Todavía es posible hacer mayor estrago en el enemigo victorioso. Arica no se rinde y resistirá hasta el sacrificio”. Con ello, quedó claro que Bolognesi sabía que perdería contra el numéricamente superior ejército chileno, mas no se rendiría y daría batalla hasta el final.


III. Desarrollo

El 2 de junio, el Ejército chileno se aproximó a la Plaza, su objetivo era apresurar la toma de la ciudad y facilitar el abastecimiento de las tropas. Asimismo, activó su moderna artillería -que había sido instalada como una especie de cordón de ataque en las inmediaciones de Arica- y bombardeó la Plaza a fin de apresurar la desocupación; creía el comando chileno que eso bastaría para la rendición del Ejército peruano, pero no fue así.

En vista de la complicada situación del Ejército peruano en Arica, Manuel Baquedano, general en jefe del Ejército de Chile, envió a un emisario a entrevistarse con Bolognesi y ofrecerle honrosa capitulación con el objetivo de “evitar un inutil derramamiento de sangre”. Ricardo Palma narra de un modo extraordinario qué ocurrió en aquella reunión en su tradición La Respuesta de Bolognesi. El plenipotenciario chileno, el sargento mayor Juan de la Cruz Salvo, le pidió la rendición de la Plaza, ya que no había otra posibilidad. Bolognesi, sin embargo, respondió con gran firmeza: “Tengo deberes sagrados que cumplir y los cumpliré hasta quemar el último cartucho”.

Cruz Salvo, sorprendido y admirado por el heroísmo de Bolognesi, retornó a donde se encontraban las tropas chilenas. El día 6 de junio, los chilenos bombardearon Arica, y el día 7 se inició el asalto a la Plaza. Las tropas chilenas sumaban cinco mil mil hombres y contaban con el apoyo de las naves establecidas en la bahía, mientras que los peruanos contaban solamente con mil seiscientos soldados. La lucha fue sangrienta, encarnizada. Los peruanos pelearon con toda su bravura, pensando únicamente en el honor de su Patria y en generar el mayor daño posible al enemigo. Es así como el Ejército peruano defendió Arica hasta la muerte.

El historiador Percy Cayo, acerca del resultado de la Batalla, nos dice lo siguiente: “Así cayó Arica, victoria sin gloria para el vencedor por sus enormes ventajas: los laureles, como en Angamos, los llevan los derrotados, por el honor que desplegaron en la lucha ante tropas que, sabían bien, eran muy superiores”.


IV. La defensa de la Bandera peruana

Nuestra Bandera nunca cayó en manos del enemigo. Los héroes que la defendieron prefirieron perder su vida antes que rendirse. El magnánimo Coronel Bolognesi pereció en combate, cuando la batalla se había trasladado a la cima del Morro de Arica. Entregó su vida a la defensa del honor nacional, y dejó en alto nuestro nombre al negarse a entregar la Plaza de Arica a los chilenos.

Sin duda alguna, la mayor exaltación del patriotismo y de la entrega de la vida por la Patria es el Coronel don Alfonso Ugarte, quien se inmoló antes que permitir que el invasor tomase la Bandera del Perú. Cuando la victoria chilena en el Morro era inminente y la Batalla se hallaba en su fase final, Alfonso Ugarte se arrojó de la cima del Morro de Arica con el Pabellón Nacional antes de que cayese en manos de los chilenos. Su cuerpo fue encontrado en el fondo del precipicio y distinguido por sus iniciales bordadas en uno de sus calcetines.

Estos impresionantes héroes son una prueba fehaciente de la existencia de un profundo amor a la Patria por parte de los peruanos, así como el verdadero orgullo de ser peruanos, de haber nacido en esta maravillosa Tierra del Sol. Abrahan Valdelormar escribió un bello poema a nuestra Bandera, y una de sus estrofas más hermosas dice así: ¡Oh bandera, ala de la victoria, alma y sustancia de la libertad, símbolo augusto de la patria libre! Bendita seas por que en tus rojos pliegues está la sangre de mi sangre, la sangre de mi padre y de mi madre, la sangre de mis abuelos, la sangre que por ti derramaron todas las generaciones…”.


 
 
 

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