Columna Histórica XIV - La Guerra contra la Gran Colombia (3 de julio de 1827)
- La Voz del Lobo
- 25 jun 2021
- 5 Min. de lectura
Autor: Pietro La Torre Zambrano
I. Contextualización
El primer día del mes de septiembre de 1823, Simón Bolívar arribó al Perú luego de varios llamados del Congreso peruano. Bajo su mando se logró consolidar nuestra independencia con las victorias en las Batallas de Junín y Ayacucho y la firma de la Capitulación. Bolívar permaneció en el Perú como dictador por mandato del Congreso, y, con él, las tropas grancolombianas.
Empero, poco a poco surgió un sentimiento de encono hacia las huestes extranjeras acantonadas en nuestro país. Y, paralelamente a esta situación, Bolívar se encontraba muy preocupado por las claras muestras de descomposición que presentaba la Gran Colombia. Por ello, el general caraqueño se vio en la obligación de partir rumbo al país del norte a fin de calmar las aguas y asegurar la unión de la Gran Colombia de modo que sea posible la formación de la Federación de los Andes, su sueño más preciado.
Bolívar se embarcó rumbo al norte en septiembre de 1826, y, unos meses después, en enero de 1827, su popularidad en el Perú parecía haberse esfumado, a tal punto que el fuerte sentimiento de rechazo hacia las tropas grancolombianas ocasionó que los soldados peruanos se revelen en contra de sus jefes extranjeros, quienes tuvieron que abandonar el Perú. De esta manera, culminó la era bolivariana en nuestro país.
II. Antecedentes del conflicto
Para comprender qué ocasionó este conflicto bélico debemos tomar muy en cuenta el profundo sentimiento de rechazo hacia los grancolombianos por parte de los peruanos, así como el antecedente colonial del conflicto, el cual fue la disputa entre ambos países por los territorios de Maynas y Jaén, provincias que no se tenía claramente determinada su pertenencia al Virreinato del Perú o al de Nueva Granada, así como también por el puerto de Guayaquil.
El encono existente entre ambas naciones -bastante notorio en la prensa de aquella época y reflejado en las claras diferencias que existían entre los caudillos peruanos y Bolívar y su lugarteniente Sucre- generó una tensión muy fuerte. Ello, sumado a la derrota y expulsión de Sucre de Bolivia por parte de Gamarra, y la llegada del ministro plenipotenciario peruano José Villa a Bogotá con instrucciones de exigir el retorno de los oficiales peruanos trasladados a Colombia y Bolivia por la fuerza produjo un panorama político bastante conflictivo.
Sin embargo, en este punto, entra en escena una coyuntura que preocupó mucho a Bolívar: la inevitable descomposición de la Gran Colombia. Quienes lideraban el antibolivarianismo eran los siguientes personajes: Francisco de Paula Santander en Bogotá; José Antonio Páez en Venezuela; y Juan José Flores en Quito. En este contexto, Bolívar buscó afanosamente fortalecer la unión de la Gran Colombia y, para ello, según Percy Cayo, encontró en la guerra contra el Perú la oportunidad perfecta. No obstante, según Basadre, la guerra se desarrolló entre la facción antibolivarista de Perú y la bolivarista de Colombia y no entre ambos países en sí.
Simón Bolívar declaró la guerra al Perú en una proclama suscrita en Bogotá el 3 de julio de 1828. Inmediatamente, el Presidente José de La Mar partió rumbo al norte del Perú para comandar al Ejército, y dejó en Lima a su Vicepresidente, Manuel Salazar y Baquíjano, como encargado del mando. Inicialmente, la guerra se desarrolló en el mar, donde la poderosa Marina peruana, al mando del almirante Martin George Guisse, tuvo una notable participación.
III. Desarrollo
El inicio de la campaña naval fue el enfrentamiento ocurrido el 31 de agosto de 1828 en Malpelo entre las corbetas grancolombianas Pichincha y Guayaquileña contra la corbeta peruana Libertad. El triunfo peruano fue claro; las corbetas grancolombianas abandonaron el combate. El almirante Guisse partió del Callao rumbo al norte peruano el 18 de septiembre de 1828 junto con el Presidente La Mar, luego de haber rearmado y preparado extraordinariamente a la escuadra peruana, y arribó a Paita el día 22.
Guisse ordenó el bloqueo de las costas enemigas, y designó a la nave almirante Presidente, la corbeta Libertad y la goleta Peruviana junto con cinco lanchas para la toma de Guayaquil. El 22 de noviembre, se libró el combate de Cruces, denominado así por el Castillo o Fuerte de Cruces frente al cual se desarrolló el enfrentamiento, ubicado cerca de Guayaquil. Allí los buques peruanos confrontaron a los grancolombianos Guayaquileño y el bergantín Adela. Durante el conflicto, Guisse ordenó a la tropa de la Peruviana descender y tomar posesión del fuerte, objetivo que se consiguió. Pese a los intentos del enemigo de recuperar el Castillo de Cruces, éste fue quemado y destruido por los peruanos. Luego de la victoria de Cruces, el 1 de febrero de 1829, la escuadra peruana tomó el puerto de Guayaquil.
La campaña terrestre, a diferencia de la marítima, pese a ser iniciada triunfalmente, resultó adversa para el Perú. Tras la toma de Guayaquil, La Mar, al mando del Ejército peruano, se internó en territorio colombiano y llegó a Loja en diciembre de 1828. Desde allí envió al Coronel Pedro Raulet a Saraguro junto con una parte de las tropas. Raulet ocupó Cuenca, donde los colombianos habían establecido su Cuartel General, el 10 de febrero de 1829, y, después de establecer contacto con Guayaquil, se retiró.
La Mar emprendió una estrategia de gran escala sobre Cuenca a fin de tomar definitivamente la ciudad, pero dejó detrás de él a una guarnición aislada en Saraguro. La noche del 13 de febrero, Antonio José de Sucre y sus tropas grancolombianas atacaron de sorpresa a los peruanos. Todo el material bélico y los abastecimientos con los que el Ejército contaba estaban allí y se perdieron. Y, además, el pueblo de Saraguro fue incendiado por los grancolombianos por haber apoyado al Perú. A pesar de esta derrota, las operaciones prosiguieron. La división Plaza fue designada para iniciar el ataque a Cuenca, para lo cual tuvo que cruzar el lugar llamado Portete de Tarqui. Allí, la noche del 27 de febrero de 1829, las tropas peruanas fueron nuevamente sorprendidas por las huestes de Sucre. La victoria se inclinó a favor de la Gran Colombia. El historiador Percy Cayo afirma que los reveses de Saraguro y Tarqui no fueron una derrota total para el Perú, puesto que Guayaquil permaneció en manos peruanas hasta el 21 de julio de 1829.
IV. Fin del conflicto
Bolívar, debido a la gran oposición que tenía en la Gran Colombia, se sentía bastante débil políticamente para seguir afrontando la guerra; por ello, propuso negociar la paz con el Perú sin demandas territoriales. La Mar, a su vez, contaba con la enemistad de Agustín Gamarra, quien, bajo el pretexto de los acontecimientos de Saraguro y Tarqui, se sublevó en Piura y se hizo con el poder.
Finalmente, el Armisticio de Piura puso fin al conflicto, y fue firmado el 10 de julio de 1829. Posteriormente, el 22 de septiembre de ese mismo año, se firmó el Tratado Larrea-Gual de Paz y Amistad entre el Perú y la Gran Colombia, el cual definió los límites de ambos países como “los mismos que tenían antes de su independencia los antiguos virreinatos de Nueva Granada y del Perú”.
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