Autor: Pietro La Torre Zambrano
I. Introducción
El Virreinato peruano, fundado en 1542, fue el más importante de Sudamérica hasta el último de sus días. En su capital, la Ciudad de los Reyes, se instaló un selecto grupo de familias que contaba con títulos nobiliarios y grandes privilegios, y había tenido en sus manos el monopolio en el comercio con la metrópoli hasta la segunda mitad del siglo XVIII. Lima era una ciudad muy opulenta; allí regían las normas protocolares y de refinamiento con mucha mayor envergadura que en cualquier otra parte.
La posición privilegiada de la élite reposaba, en gran medida, sobre el régimen colonial; por consiguiente, las ideas de igualdad que propugnaban los independentistas les afectaba directamente. Medidas como la abolición de la esclavitud, la supresión de los Títulos de Castilla y convertir a todos los individuos en ciudadanos con los mismos derechos y deberes, eran inconcebibles para ellos.
Lima, durante el gobierno del Virrey Abascal (gob. 1806 - 1816), fue el principal bastión realista, de donde partían tropas para derrotar las insurgencias en toda Sudamérica. Esta fidelidad al rey se complementaba con esa necesidad de la aristocracia de mantener la estructura estamental de la sociedad vigente. La ruptura con la metrópoli, sin embargo, significaba terminar con esta situación, lo cual generó un sinnúmero de incomodidades.
Sin embargo, el proyecto monarquista de San Martín -erigido con la finalidad de lograr la adhesión de la élite criolla a la independencia- trajo una clara sensación de alivio para la clase alta que, ante retorno al absolutismo decretado por el rey Fernando VII, terminó pasándose al bando emancipador y firmando el Acta de Independencia el 15 de julio de 1821, hace exactamente doscientos años.
II. La situación de Lima
San Martín desembarcó en Paracas el 8 de septiembre de 1820, y emprendió una hábil estrategia sobre Lima que, finalmente, logró cortar todos los abastecimientos y desmantelar el poder realista que allí se encontraba enraizado, pues el Virrey La Serna tomó la complicada decisión de retirarse por la insostenibilidad de la situación en la que se encontraba la capital el 6 de julio de 1821. El pánico reinó entre la población; hubo una enorme consternación e intranquilidad tras la desocupación del Ejército realista, ya que Lima había quedado completamente desguarnecida.
El día 9 de julio de 1821, pasaron por Lima los Granaderos a Caballo bajo el mando de Mariano Necochea, quien tenía órdenes de dirigirse hasta Lurín. El 12, el General Las Heras hizo lo propio a fin de situarse en La Legua para asediar los Castillos del Callao. Al día siguiente, San Martín ingresó a la ciudad de Lima durante la noche y se reunió con el Marqués de Montemira, a quien La Serna había dejado el mando político y militar de la capital. Enterada la población de la presencia del Libertador, un gran número de personas se ubicó fuera de la casa del gobernador y lo aclamó dando vivas a la patria y a la libertad.
El 14 de julio, San Martín recibió la visita del Arzobispo de Lima, Bartolomé Las Heras; asimismo, remitió una epístola al Cabildo a fin de reunir a los vecinos notables de la ciudad para que expresasen la voluntad de independizarse del Imperio español. El alcalde de Lima, el Conde de San Isidro, citó a los ciudadanos para el día 15 en Cabildo Abierto a las once de la mañana “con el objeto de dar cumplimiento a lo prevenido en oficio del Excelentísimo Señor General en Jefe del Ejército Libertador Don José de San Martín”.
III. La Declaración de la Independencia
Los vecinos notables -el Arzobispo, los Títulos de Castilla, los miembros del Cabildo, los comerciantes más importantes, los residentes de grandes fortunas y todo vecino preciado- acudieron al Ayuntamiento en el horario acordado. Durante la sesión, el doctor José de Arriz, catedrático de la Universidad de San Marcos pronunció un discurso que el Padre Vargas Ugarte SJ identifica como “breve pero vibrante”.
Luego, el Conde de San Isidro invitó al abogado don Manuel Pérez de Tudela a redactar el Acta de Independencia, y allí se declaró lo siguiente: “Todos los señores concurrentes por sí y satisfechos de la opinión de los habitantes de esta Capital dijeron: Que la voluntad general está decidida por la independencia del Perú de la Dominación Española y de cualquiera otra extranjera”.
Nuestra Acta de Independencia es bastante conservadora, puesto que en ella podemos ver claramente la concepción estamental de la élite criolla así como el hecho de que eran ellos quienes Juraban la Independencia en nombre de la población en general por ser los “notables”. A continuación, conoceremos un poco más acerca del texto.
El Acta inicia diciendo lo siguiente: “Reunidos en este Excelentísimo Ayuntamiento los señores que lo componen; con el Excelentísimo e Ilustrísimo Sr. Arzobispo de esta Santa Iglesia Metropolitana, Prelados de los Conventos Religiosos, Títulos de Castilla y varios vecinos de esta capital con el objeto de dar cumplimiento a lo prevenido [por el General San Martín]”. Ello revela el conservadurismo de la sociedad limeña, dado que se encuentra claramente jerarquizada en autoridades, clero, nobleza y demás vecinos.
Posteriormente, el Acta expresa lo siguiente: “[...] e impuestos de su contenido [del oficio del General San Martín] reducido a que las personas de reconocida probidad, luces y patriotismo que habitan en esta Capital expresasen si la opinión general se hallaba decidida por la independencia cuyo voto le sirviese de norte al Expresado Señor General para proceder a la Jura de ella”.
Ello deja en evidencia la personificación de la ciudadanía limeña en los vecinos notables, es decir, que son los notables quienes expresan la voluntad de independencia en nombre de todos los limeños. Empero, debemos considerar que, finalmente, tres mil quinientos tres ciudadanos estamparon su firma en ella, los cuales, según Tauro del Pino, eran prácticamente todos los ciudadanos hábiles de Lima (criollos varones mayores de edad).
IV. Cierre
Hay quienes aseveran que el Acta firmada el 15 de julio de 1821 no fue de importancia; sin embargo, debemos recordar que, mediante este documento, la élite criolla limeña se manifestó a favor de la “independencia del Perú de la Dominación Española y de cualquiera otra extranjera”. Asimismo, debemos tomar en consideración que el Libertador San Martín, recién después de esta determinación del Cabildo fijó, mediante un bando publicado el 22 de julio, la fecha de la Proclamación para el día sábado 28 de julio.
Así, el 28 de julio de 1821, hace doscientos años, se proclamó nuestra Independencia en una augusta ceremonia a la que acudió un enorme grupo de personas que daba vítores a la patria, a la libertad y a la independencia. El trascendental discurso de San Martín que resuena aún en nuestros corazones dice así: “Desde este momento el Perú es libre e independiente por la voluntad general de los pueblos y por la justicia de su causa que Dios defiende”.
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