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Columna Histórica XVIII - El cerco de Lima (10 de agosto de 1536)

Autor: Pietro La Torre Zambrano

 

I. Introducción

Contrariamente a lo que muchos creen, la conquista del Tahuantinsuyo no culminó con la captura y muerte del Inca Atahualpa. Luego de estos hechos, surgió una resistencia incaica que duró hasta 1572, siendo inaugurada por Manco Inca y concluida con el ajusticiamiento de Túpac Amaru –ancestro de José Gabriel Condorcanqui (Túpac Amaru II)– en la Plaza del Cuzco.

Muchos indios se plegaron a la empresa conquistadora debido a que el Imperio del Tahuantinsuyo, además de encontrarse en una situación crítica como consecuencia de las guerras fratricidas entre Huáscar y Atahualpa, no era una nación unificada. El gran Inca Túpac Yupanqui conquistó casi todo el territorio que abarcó el Tahuantinsuyo, sometiendo a gran cantidad de etnias, tanto por la paz –es decir, por medios diplomáticos– como a través de acciones bélicas, que buscaron su autonomía.

En el caso del cerco de Lima, la actuación de los guerreros indios que apoyaron a Francisco Pizarro a defender la capital de su gobernación fue fundamental para derrotar a las tropas rebeldes. Destaca, en este contexto, la señora de Huaylas, Contarhuacho, quien proporcionó al conquistador un importante contingente que inclinó definitivamente la victoria a su favor. Por ello, el cerco de Lima es un claro ejemplo del apoyo que recibieron los conquistadores de un gran número de indios.


II. Antecedentes

Los españoles, luego de la muerte de Atahualpa, nombraron Señor de los Cuatro Suyos a Túpac Huallpa, hermano del fallecido emperador. Su reinado, sin embargo, fue muy breve debido a su prematura muerte por envenenamiento. Los conquistadores entendieron que el general Calcuchímac había dado la orden de cometer el regicidio, por lo cual fue condenado a muerte en la hoguera en Jaquijahuana.

En este contexto surge un personaje cuya importancia radica en ser el gestor de la resistencia incaica: Manco Inca Yupanqui. Él se presentó ante los españoles como el legítimo heredero del Tahuantinsuyo y sucesor de su hermano. Pese a su corta edad, Pizarro lo designó como Sapa Inca.

En un inicio, Manco Inca apoyó completamente a los españoles porque estaba convencido de que eran dioses salidos del mar, visión que compartía gran parte de la élite cuzqueña. Ocurría que, desde los tiempos de los Mochicas, existía una leyenda que narraba la llegada del dios Huiracoha –el hacedor del mundo– desde el mar, y describía a la deidad como un ser de piel blanca y barba. Las panacas, al ver el enorme parecido con Francisco Pizarro, afirmaron que, efectivamente, era el dios Huiracocha que los estaba visitando.

Empero, los españoles cometieron un gran número de abusos contra los cuzqueños: quemaron los templos, saquearon las propiedades, se robaron todos los objetos de oro y plata que encontraron, etcétera. Ante esto, Manco Inca se reveló contra los conquistadores, luego llegó a la conclusión de que no eran dioses, sino hombres que ambicionaban por sobre todo el oro y las riquezas del incario.

Así, los españoles encarcelaron a Manco Inca cuando éste se negó a entregarles más oro. Sin embargo, logró escapar de prisión luego del permiso que le concedió Hernando Pizarro –quien ejercía el cargo de teniente gobernador de la Cuidad Imperial– para traer estatuas de oro que se encontraban en Lares. Una vez libre, Manco Inca inició la resistencia incaica reclutando hombres y cercando el Cuzco, hecho que se materializó entre el 3 y el 16 mayo de 1536.


III. El cerco de Lima

Pizarro se encontraba bastante intrigado ante la situación del Cuzco. Había perdido toda comunicación con su hermano Hernando; por ello, decidió enviar cinco expediciones a la sierra. Las primeras cuatro tuvieron un fatal destino, siendo aniquiladas por los miles de guerreros incas en que se encontraban bajo el mando del general Titu Yupanqui, enviando por Manco Inca, a tomar el centro del poderío de los conquistadores y así evitar el desmantelamiento definitivo del cerco del Cuzco.

La quinta expedición, al mando del capitán Francisco de Godoy, al subir a Huarochirí, se enteró de lo ocurrido a sus compatriotas, por lo que optó por regresar a la Ciudad de los Reyes, donde notificó la gravedad de la rebelión de Manco Inca y su aproximación a la capital. Titu Yupanqui se presentó en Lima en agosto de 1536 junto con un ejército compuesto por 25 000 indios que se encontraban organizados en tres grandes grupos.

Luego de producirse varias escaramuzas, ambos bandos se prepararon para llevar a cabo la batalla decisiva. Pizarro organizó sus tropas españolas y a sus decenas de miles de aliados indígenas. Titu Yupanqui, por su parte, juró ante sus hombres luchar y triunfar o morir. Así, los guerreros incas se lanzaron al ataque arengando: ¡A la mar, barbudos! De esta manera, inició una encarnizada batalla.


IV. Cierre

El ajedrez es un juego que surgió en la India aproximadamente en el siglo VI. En él, encontramos un gran parecido con la guerra: podríamos decir que es la guerra convertida en juego de mesa. El objetivo es tomar la mayor cantidad de piezas del enemigo; no obstante, para ganar, se debe realizar un jaque mate, es decir, que el despojo de la ficha del rey es inminente. Ergo, podemos afirmar que el juego llega a su fin cuando el rey es tomado.

El cerco de Lima, al igual que una partida de ajedrez, culminó con el asesinato de Titu Yupanqui. El jinete Pedro Martín de Sicilia se dirigió directamente hacia la litera del general inca, atravesándole el pecho con una lanza. Al morir Tuti Yupanqui, los indios se replegaron poco a poco, y, finalmente, se retiraron a sus comunidades de origen.

El arribo de Alonzo de Alvarado a Lima desde Chachapoyas significó el fin del cerco de Lima. Al fracasar dicha empresa, los españoles enviaron refuerzos a Hernando y Gonzalo Pizarro al Cuzco, derrotando así al cerco indígena. Además, la hambruna y la enfermedad cundió entre los soldados de Manco Inca. Ante este desolador panorama, Manco Inca decidió postergar la resistencia incaica para un mejor momento que nunca llegó. Finalmente, Manco Inca se retiró a Vilcabamba, donde fue sucedido por su hijo Sayri Túpac, luego Titu Cusi Yupanqui y, finalmente, Túpac Amaru, el último Inca.


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