Autor: Juan Miguel Iglesias
Desde chiquito, el momento que más esperaba de la celebración del Día de la Madre en el CI, era la actuación de quinto. ¿Quién no? Creo no ser el único que comparte este entusiasmo. Finalmente, ese día llegó. Éramos muy conscientes de lo que significa este día para un inmaculado. Para muchos, esta celebración es considerada el fin de una etapa, pero yo no lo vería de esta forma. Me atrevería a decir que fue un nuevo inicio para la promoción. Pero no fue fácil.
Y es que a los ensayos no llegaba una promoción unida. Sí, habían pasado doce años y aún nos tratábamos como si fuéramos desconocidos. Trabajar con ochenta y seis personas que consideraban esta actuación como una pérdida de tiempo no iba a ser posible. Es en este preciso momento que uno se empieza a dar cuenta que nos estábamos condenando nosotros mismos al fracaso, que las expectativas de nuestras mamás eran muy altas y nosotros éramos indiferentes, que doce años habían pasado y nosotros solo podíamos considerarnos inmaculados por un simple buzo.
Felizmente, este no es el relato de una tragedia.
Las adversidades no iban a destruir lo que nuestras mamás soñaron y esperaron desde que decidieron ponernos en este hermoso Colegio. Con compromiso, motivación y un verdadero deseo de trabajar en equipo, este número salió adelante y no soy el único que tiene el orgullo de decir que se logró.
Es inolvidable, más allá del hecho de la experiencia y la celebración con mamá, el haber tenido la oportunidad de compartir este momento tan especial con quienes ahora son mis hermanos de otra madre. A John Travolta, a Freddie Mercury y sus “eo’s” que se escucharon hasta la última tribuna, al Capitán América y su equipo que luego de vencer a Thanos y salvar el universo decidieron volver al CI para la batalla más épica de la historia, a Gokú y al pollo que todavía no sabemos qué hacían ahí, al ser misterioso que resultó ser el Sol de México, al infaltable lobo, y a mi querido staff: Gracias por todo Pedro Arrupe 2019.
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