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No queda duda

Foto del escritor: La Voz del LoboLa Voz del Lobo

Autor: Luciano Velaochaga

 

La Banda de Valle Hermoso. Miles de memorias. Celebraciones, risas, goles, llantos. Un espacio de unión entre inmaculados. Desde chico veía con emoción como alumnos de todos los grados se agrupaban con un solo objetivo: alentar al colegio que tantas alegrías nos regala.


El primer bimestre se veían caracterizado por un ambiente distinto. Arrancaba ADECORE. La ilusión de ver al colegio campeón de fútbol en la categoría mayores era el principal de deseo de muchos. Salir de clases y correr hasta el kiosco para reunirse con la barra. Un calor sofocante. Luego de un extenuado día en el aula, ir hacia el estadio con tus amigos se convertía en el mejor momento del día.


Estar junto a la barra era sentirse representado, sentirse parte de una verdadera familia. Sentir el ruido del bombo y las risas de la gente. No importa si eran veinte, diez o cinco la gente gozaba la compañía de sus amigos. La gente iba a disfrutar.


Ni que decir de los clásicos. Enfrentarse a Santa María era una cosa aparte. Desde que nos emparejaban en el fixture la gente ya se imaginaba cómo iba a ser el encuentro. Cómo siempre estadio lleno. El recuerdo de aquel campeonato de 2007 nos motivaba ¿a quíen no le hubiera gustado estar en ese partido?


Año tras año manteníamos la misma frase: “Este año es”. La ilusión era una constante. A pesar de no campeonar el año anterior todos los inicios de marzo teníamos la fe de que por fin íbamos a poder dar la vuelta en nuestra cancha.


Fue 2018 el año en el que, sinceramente, creía que por fin conseguiríamos el oro. Una fase de grupos aplastante con solo una derrota contra el rival de siempre. El estadio estaba repleto pero el resultado no se dio. Sabíamos que tendríamos nuestra revancha. Ganamos en cuartos en San Antonio y nos jugaríamos el pase a la final en La Floresta.


Tengo que decir que aquella tarde en Santa María es probablemente una de las mejores que he pasado como alumno. Se tramitó un permiso para dejar salir temprano a la gente de la barra. Dos buses llenos de esperanza. Desde la tutoría en la mañana hasta el almuerzo en la cafetería, no se hablaba de nada más que el partido. Salimos del colegio y todo Benavides nos miraba. La gente cantando y disfrutando.


Llegamos al partido. Otro día de verano. El sol brillaba. Una cancha en su punto. Era el día. Recordaba y tres años antes habíamos estado en la misma situación. Semifinal contra Santa María pero con resultado negativo. Este día no iba a ser así.


Arrancamos perdiendo. Un típico partido de ADECORE, más trabado que jugado. No había forma de pasar por esa defensa el tiempo se iba acortando. En eso un sublime pase deja a nuestro delantero solo de cara al arco. No me acuerdo haber visto la pelota dentro de la red, solo recuerdo el grito de más de cincuenta inmaculados. Ni siquiera sé con quien me abrace. Una avalancha de gente invadía la cancha y lágrimas en la cara de todos. Lo habíamos empatado.


Nos fuimos penales. La suerte no estuvo con nosotros. Pasamos de la euforia a la tristeza. Gente llorando mientras cantábamos el himno. En eso me doy cuenta de algo que me marcó. La gente se abrazaba, no importaba la promoción, no importaba si era tu “pata” o no, en ese momento solo le dabas tu apoyo a uno más de tus hermanos. El regreso fue triste. Un año más sin clasificar a una final pero esta historia no queda en el resultado.


Ese día noté la suerte que tengo de estar en el lugar en el que estoy. El mejor cole del Perú, no queda duda. Ser inmaculado significa algo más que un simple buzo. Somos parte de una misma familia. Ese partido no lo jugaron once, lo jugamos, lo gozamos y lo sufrimos todos porque si algo que nos caracteriza como familia es la unión y que sea algo que nunca nos falte.



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