Autora: Maria Lucía Herrera
El internet y sobre todo las redes sociales son cosas que actualmente son tan relevantes en nuestra vida que casi no podemos vivir sin ellas, pero no son algo bueno. Hablamos de un medio que te puede destruir con un solo post.
Redes sociales, influencers, post, todos son términos conocidos; aquí es donde vemos realmente que tan útiles son.
Vivimos en una sociedad estandarizada, la belleza es lo primordial y ya no importa qué tan hermosa sea la personalidad de una persona. Importa que sea una cara bonita, este tipo de estándares impuestos por la sociedad se han traspasado a lo que ahora conocemos como “influencers”. Según un diccionario de marketing, un influencer es una persona que cuenta con cierta credibilidad sobre un tema concreto, y por su presencia e influencia en redes sociales puede llegar a convertirse en un prescriptor interesante para una marca. Gracias a los estereotipos no todos pueden ser influencers. Aquí es cuando entramos en el tema de la autoestima.
Según la Real Academia Española (RAE) la autoestima es “La valoración positiva de sí mismo”. Nos comparamos con alguien que cumple estándares completamente estereotipados y que, a pesar de ser conscientes de los prejuicios en los que vivimos y los estándares imposibles, seguimos cayendo en que si no tenemos un cuerpo “90 - 60- 90” somos rubios blancos, de ojos claros, no somos “guap@s”. No dejamos de pensar que somos imperfectos, y, lo seamos o no, las redes sociales no fueron creadas para bajarnos el autoestima y sentirse insuficientes, sino fueron hechas para compartir contenido; así que, me parece completamente errónea la forma en la que valoramos a los “influencers”:los vemos como objetos perfectos, que tienen mucho valor, sin saber que todos somos invaluables y que no hay que permitir que alguien más catalogue arbitrariamente, ni lo que piensen los demás.
“Las palabras no tienen valor, hasta que tú se las das”
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