Autora: Romina Prialé
Hoy me levanté esperando un día feliz, sin tareas que realizar, en el que quisiera simplemente descansar en mi dormitorio viendo una serie en Netflix. Siempre intento dormirme a la hora necesaria para no levantarme cansado, sin energías, pero no puedo dormir tranquilo. La rutina es la misma. Todos los días debo levantarme, sentarme frente a la computadora, almuerzo, vuelvo a la computadora para realizar muchos de los deberes que mis profesores nos dejaron. Son demasiados por más que sepa cómo organizarme. La mejor parte del día es cuando puedo relajarme una hora para leer un libro de mi interés. A veces leo romance, otras historia, ciencia ficción, misterio. Me gusta leer de todo. Sin embargo, luego vuelvo a la misma rutina.
Es complicado levantarse todos los días esperando un mejor día cuando estás encerrado en tu hogar, con clases en línea, una carga de tareas inmensa, trabajos que presentar y próximos exámenes. Necesito unas vacaciones. Luego de tanta carga, requiero unas vacaciones.
Sufro de ansiedad generalizada, que se caracteriza por la preocupación excesiva sobre cualquier evento en el día. Aquella que aparece cada vez que se me acumulan muchos trabajos como en el momento. Los ataques no son breves. Primero me siento agitado, mi cuerpo comienza a temblar, siento incapacidad de relajarme, me cuesta concentrarme cuando estudio, suelo dormir inquieto. En el peor de los casos, me dan dificultades para respirar.
A veces siento que las personas me tratan como si estuviera fingiendo los síntomas. Unos compañeros han podido verme en estos ataques cuando eran severos y estábamos en clases presenciales. Me decían “controlate”, “deja de temblar”; “respira tranquilo”, “tranquilízate”. Si pasaran por lo mismo, se darían cuenta que no es fácil. Muchas veces estos ataques han aparecido en horario de clase. Algunos profesores me han pedido participar o encender mi cámara cuando estaba intentando calmar el ataque. Muchos sí lo entienden, otros solo te marcan como ausente.
Cada vez que pasamos por los exámenes finales de cada periodo, estos ataques se intensifican. Mucho más ahora que todo lo realizamos en casa. Recuerdo que a inicios de cuarentena, tenía al menos cuatro ataques a la semana por miedo al “qué pasará en un futuro”, “¿Cuándo podré salir y encontrarme con mis amigos?”. No podía salir a tomar aire al parque o relajarme un momento porque estaba prohibido. Siento que el Estado no pensaba en la salud mental de los adolescentes cuando pusieron cuarentena obligatoria desde marzo hasta finales de Junio. Incluso el colegio a veces la dejaba pasar.
Volviendo al momento, prendí mi computadora, encendí mi cámara, fingí una sonrisa y tocaba volver a la rutina. Necesito vacaciones, un descanso. Necesito un respiro.
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