Autor: Doménico Chang
Hace ya varios años, cuando la ciencia recién empezaba a aparecer, todos los sucesos que se observaban se podían apreciar a simple vista. En el caso de las ondas, como las ondas de sonido (ondas longitudinales), las ondas de una guitarra (ondas transversales) o las ondas que se generan en la superficie del agua cuando un objeto cae en él (ondas superficiales), se las llamó ondas mecánicas porque viajaban a través de la materia. Los científicos de esa época entonces creían que los nuevos tipos de ondas que descubrirían iban a ser similares a las que ya conocían (también iban a viajar a través de algo).
De allí surgió el éter luminífero. Decían que era el medio por el cual viajaban todos los objetos del espacio (incluyendo a la luz y a los cuerpos celestes). Sin embargo, existía una controversia en ese momento: había personas, como Isaac Newton, que pensaban que la luz era una partícula, y otros, como Christian Huygens, que era una onda. Si la luz era una partícula, podría viajar libremente por el espacio sin necesidad de un medio por el cual desplazarse, pero si era una onda, el medio por el cual viajaba era este éter, y se debía hallar sus propiedades para confirmar si era una onda o no.
En el siglo XIX, aconteció el experimento Michelson-Morley, que consistía en comparar una fuente de luz con sí misma al enviarse desde varios ángulos, que supuestamente debían cambiar el desplazamiento del patrón de las franjas de la luz, y así hallar la velocidad en cual la Tierra se movía por el éter. Los resultados de este experimento fueron nulos, pues el patrón de las franjas de la luz cambiaron su posición en 0.01 de una franja, mientras que su hipótesis planteaba que, para que existiera el éter, las franjas debían cambiar en 0.4 de una franja. Más tarde, experimentos más avanzados también dieron un resultado nulo.
Los que aún apoyaban a esta teoría dieron varios argumentos apoyando al éter, hasta que Albert Einstein propuso la teoría de la relatividad. Esta indicaba que las leyes de la física debían ser iguales para todos los espectadores en todos los marcos de referencia, por lo que la idea de un marco de referencia absoluto (que era lo que representaba el éter) no era necesaria, es decir, las leyes de la física no necesitan al éter para funcionar.
Se llegó a la conclusión de que, si existía el éter, era físicamente inexistente, en otras palabras, no tiene un efecto observable ni medible en nuestro universo, aunque no se ha refutado totalmente su existencia, ya que no tenemos la tecnología suficiente como para hacerlo.
Commentaires